Para el año 1983, en lo más profundo de la selva amazónica, existía una cárcel abandonada rodeada de árboles y caminos solitarios. Se decía que entre sus paredes se escuchaban los gritos de los reclusos que habían perecido allí, y que aún vagaban entre las celdas vacías.
Explorando la cárcel
Un grupo de amigos (María Silva, Carlos Rodrigues y Ana Paula García) decidieron investigar la cárcel por su cuenta, desafiando las advertencias de los lugareños de que no era un lugar seguro. Al entrar en la prisión, se encontraron con un ambiente tenebroso y desolado. Los barrotes de las celdas estaban podridos y las paredes estaban cubiertas de grafitis y manchas color carmín.
Mientras exploraban, comenzaron a escuchar unos ruidos extraños que venían de las celdas. Pensaron que eran ratones o murciélagos, pero pronto se dieron cuenta de que los ruidos eran de seres humanos. Siguieron los sonidos y se encontraron con una celda cerrada con llave. A través de las rendijas de las paredes pudieron ver a un hombre desesperado golpeando la puerta y gritando pidiendo ayuda.
Intentaron abrir la puerta, pero estaba cerrada con candado. El hombre les explicó que había sido encerrado allí por un guardia corrupto que le había acusado falsamente y que nadie le había encontrado.
María, Carlos y Ana Paula decidieron ayudar al hombre a salir de su celda y escapar de la cárcel.
Compañías inesperadas

El grupo de amigos pronto descubrió que no estaban solos en la cárcel, había algo o alguien más allí con ellos, algo maligno y peligroso. Comenzaron a escuchar unos susurros y risas malévolas que venían de todas partes. Rápidamente se dieron cuenta de que habían despertado a los espíritus de los reclusos fallecidos, que estaban decididos a vengarse de los vivos.
Aquellos reclusos, cuyos espíritus ahora vagaban por la prisión, habían sido sometidos a castigos inhumanos dentro de la cárcel, por lo que su sed de venganza era insaciable.
Los amigos emprendieron una desesperada huida a toda velocidad, pero únicamente Ana Paula consiguió llegar al exterior de la cárcel, dejando atrás a sus dos compañeros. María y Carlos nunca fueron vistos de nuevo y se dice que sus almas aún están atrapadas en la cárcel abandonada, siendo ahora ellos quienes esperan a su próxima víctima.
La huida y el taxista
Ana Paula logró escapar de la cárcel, pero estaba aterrorizada y traumatizada por lo que había sucedido. Corrió lo más rápido que pudo lejos de la prisión, sin detenerse a mirar atrás. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que algo la perseguía.
Finalmente, llegó a una carretera y logró parar a lo que parecía un taxista para que la llevara a la ciudad más cercana. Sin embargo, mientras viajaban, Ana Paula se dio cuenta de que había algo extraño en aquel conductor. Tenía una mirada vacía y fría en sus ojos y una sonrisa siniestra en su rostro.
Ana Paula intentó salir del coche, pero las puertas estaban bloqueadas. Trató de gritar, pero no sirvió para nada. El conductor soltó una inquietante carcajada y la dijo: «estás conmigo para siempre, joven reclusa«. Ana Paula se dio cuenta de que había sido secuestrada por el espíritu del guardia corrupto que encerraba a los reclusos en la cárcel y que estaba condenada a vagar para siempre en ese lugar maldito.
Ana Paula gritaba desesperadamente, pero nadie la escuchaba. El coche se adentró en la oscuridad con dirección a la cárcel.
Una vez dentro de la prisión, encerrada en una celda y a medida que pasaban las horas, Ana Paula sabía que era cuestión de tiempo que los espíritus la hiciesen suya. Y así sucedió finalmente. Ana Paula quedó atrapada en la cárcel y su espíritu se unió a los demás reclusos en su eterna condena.
Gritos en la prisión
Desde entonces, los lugareños que se atreven a acercase a la cárcel abandonada, cuentan historias aterradoras sobre lo que sucedió allí dentro. Dicen que aún se pueden escuchar los gritos de los reclusos y los guardias en la noche, y que los espíritus de los muertos todavía vagabundean por las celdas vacías.
También se dice que el espíritu del guardia corrupto todavía conduce su coche por los caminos solitarios cerca de la cárcel, buscando nuevas víctimas para atrapar.
No se tienen más registros de nuevas víctimas, pero los habitantes de pueblos cercanos evitan aproximarse a la cárcel desde entonces, temerosos de que los espíritus malévolos les atrapen también y les condenen a vagar para siempre en la prisión abandonada. La cárcel se ha convertido en un lugar aterrador e inquietante, y los rumores de lo que sucede en su interior han sido transmitidos de generación en generación, manteniendo viva su leyenda.