Durante los últimos cuatro decenios, Long Island (parte de la ciudad de Boston, Massachusetts, Estados Unidos) ha servido como refugio para centenares de habitantes de la ciudad, dando cabida y ayuda a personas sin hogar, drogodependientes y adolescentes con problemas.
Durante los últimos años, los contribuyentes y grupos sin fines de lucro de Boston han gastado millones de dólares para rehabilitar los viejos edificios de la isla, donde hasta el mes de octubre pasado hasta 700 personas buscaban refugio y otros servicios todos los días. La comunidad de la isla llegó a prosperar y sus dos granjas incluso producían unos 12000 kilos de productos al año: patatas, chirivía, cilantro, así como huevos y miel…
Sin embargo, el refugio fue víctima de la crisis de infraestructura de Estados Unidos. Un puente entre la isla y la ciudad de Boston se consideró inseguro. Para reemplazar el puente, la ciudad tendría que haber invertido un estimado de 90 millones de dólares. No lo hicieron. En su lugar, se ordenó la evacuación de la isla. Con aproximadamente un tercio de las camas de este refugio de Boston dedicadas para las personas sin hogar y aproximadamente la mitad de las camas para personas para desintoxicación, los servicios sociales de la ciudad basados en la isla quedaron en el limbo. Así, las instalaciones del refugio quedaron desiertas y Long Island es ahora mismo una isla totalmente abandonada.
Con búnkeres abandonados desde hace mucho tiempo (los cuales escondían baterías de armas y misiles), una capilla polvorienta que no ha tenido servicios en años, una morgue cerrada y un cementerio que dio servicio durante 150 años, Long Island es a día de hoy lo más parecido que hay a una isla fantama.
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