Juan Alberto era un pastor residente de una pequeña aldea en una zona montañosa de las afueras de Ciudad de México, quien vivía en una cabaña humilde con su esposa e hijos. Tenía una granja que era el sustento de él y su familia.
Un espíritu maligno
Juan Alberto era un hombre trabajador y dedicado a sus animales, especialmente ovejas. Sin embargo un día, mientras paseaba por los pastos, descubrió algo extraño en los alrededores de su granja.
Era una figura oscura y amenazante que se movía entre los árboles, y a pesar de que intentó acercarse, la figura siempre desaparecía antes de que pudiera verla claramente. Juan Alberto se sintió aterrorizado y decidió no decir nada a su familia para no preocuparlos.
Aún así, cada vez que salía a pastar su rebaño, la oscura figura volvía a aparecer. A la vez, Juan Alberto comenzó a notar que varios de sus animales habían desaparecido y, a pesar de que buscó por todas partes, nunca los encontró.
Un día, mientras estaba en medio del campo, la oscura y misteriosa figura se acercó a Juan Alberto y se reveló como un espíritu maligno que había sido atrapado en la montaña durante siglos.

El espíritu confesó que había estado tomando a los animales de Juan Alberto como sacrificio para poder escapar de su prisión.
Un trato macabro
Juan Alberto quedó aterrorizado ante la confesión del espíritu y trató huir, pero el espíritu le dijo que si no sacrificaba a alguien de su familia, él y todos los habitantes del pueblo serían las próximas víctimas.
La historia cuenta que Juan Alberto, desesperado, decidió sacrificar a su hijo menor para salvar a su familia y al pueblo. Y esto, terminaría llevando a Juan Alberto a la locura.
Desde entonces, el espíritu dejó de molestar a los habitantes de la aldea, pero Juan Alberto nunca se recuperó de la culpa y el arrepentimiento de haber utilizado a su hijo para salvar a su pueblo.
Muchas personas afirmaron años después que Juan Alberto era visto a menudo caminando solo por los pastos, llorando y suplicando perdón por su terrible decisión.
Los habitantes del pueblo nunca supieron la verdad sobre lo que había sucedido, pero a menudo sentían un escalofrío al ver a Juan Alberto, sabiendo que había hecho algún tipo de sacrificio terrible para protegerlos.
Investigación posterior
Años después, el pueblo fue visitado por una intrépida viajera que escuchó la historia de Juan Alberto y del espíritu maligno. La viajera, llamada Estrella Escobar, curiosa, decidió investigar por sí misma y descubrió una cabaña abandonada en los bosques cerca del pueblo. Dentro localizó unas hojas escritas a mano por Juan Alberto en las que relataba toda la historia, incluyendo cómo había sacrificado a su hijo menor.
Estrella, conmocionada, decidió compartir la macabra información con los habitantes del pueblo, quienes se enfrentaron a un terrible dilema: ¿habían estado viviendo en paz gracias al sacrificio de un niño inocente?
La noticia se extendió como un reguero de pólvora y pronto el pueblo se dividió en dos bandos: los que querían linchar a Juan Alberto por su terrible acto y los que argumentaban que había hecho lo que consideraba necesario para proteger a su familia y al pueblo.
Reaparición y perdón
En medio de la tensión, el espíritu maligno volvió a aparecer, ahora con una fuerza aún mayor debido a la ira y el odio que había sido liberado entre los habitantes del pueblo.
El espíritu se alimentaba de la energía negativa y se convirtió en una criatura aún más poderosa y aterradora.
Juan Alberto, arrepentido y aterrorizado, se enfrentó al espíritu y le pidió perdón por su terrible acto. El espíritu, conmovido por la sinceridad de Juan Alberto y por tener la oportunidad de aplicar un nuevo castigo, decidió perdonarlo, pero a cambio, Juan Alberto tendría que pasar el resto de su vida encerrado en su cabaña, como un recordatorio constante de su terrible decisión.
Desde entonces, los habitantes del pueblo nunca volvieron a ver al espíritu maligno, pero todas las noches escuchaban los gritos de dolor y arrepentimiento de Juan Alberto desde la cabaña, recordándoles que el precio de la paz a veces es demasiado alto.